Tumbada, con la mirada perdida. Intentando recordar, intentando olvidar. Pensar en el pasado, en el futuro, pero siempre intentado que sea con una sonrisa. No sería agradable pensar en lo malo. Aunque a veces sin poder evitarlo, alguna que otra lágrima se desliza por mis mejillas y me hace reaccionar. Tengo en mi cerebro una especie de caja de Pandora que tiene una utilidad o significado parecido al de los griegos. Siempre intento guardar en esta cajita las cosas malas, todos esos malos momentos que nunca queremos recordar. Sigo en el mismo lugar. Está amaneciendo. Las nubes estallan.Dejan ver un día nuevo. La oscuridad ha sido derrotada. Ahora brillará el sol y mis lágrimas se secarán. Sólo intento recordar todos los momentos posibles que pasé con el hombre más bonito, al que más echo de menos cuando estoy mal y cuando está toda la familia reunida. ¿Por qué mi maldita memoria de pez no puede recordar nada? Ahora mismo me odio. ¡Maldita sea, no fue hace tanto! Quizás diez o doce años atrás. Aunque teniendo en cuenta mi edad puede que eso sea demasiado. Aunque curiosamente si recuerdo algo. Recuerdo el momento de llegar a casa. Sentado en el sillón con una sonrisa. Y siempre, siempre decía lo mismo al verme,-¿Dónde os habéis encontrado a esta morilla, en la calle?- Sonreía y me abrazaba, me daba un par de besos y yo siempre contestaba- No, abuelo, soy yo- Ah! es verdad, no te había reconocido, respondía. También recuerdo esos cerditos de plastilina que hacía, sí. Le ponía palillos en las patas para que se tuviese en pie. Me encantaba su forma de ser, siempre alegre, esa sonrisa que ni a tiros se la quitaban. Creo que en eso si me parezco a él. El era un hombre fuerte, yo intento serlo.
Bienvenidos al baile de máscaras, al desfile de los cuerpos sin alma, la mirada salvaje y la tentación.

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jueves, 16 de agosto de 2012
La caja de Pandora
Tumbada, con la mirada perdida. Intentando recordar, intentando olvidar. Pensar en el pasado, en el futuro, pero siempre intentado que sea con una sonrisa. No sería agradable pensar en lo malo. Aunque a veces sin poder evitarlo, alguna que otra lágrima se desliza por mis mejillas y me hace reaccionar. Tengo en mi cerebro una especie de caja de Pandora que tiene una utilidad o significado parecido al de los griegos. Siempre intento guardar en esta cajita las cosas malas, todos esos malos momentos que nunca queremos recordar. Sigo en el mismo lugar. Está amaneciendo. Las nubes estallan.Dejan ver un día nuevo. La oscuridad ha sido derrotada. Ahora brillará el sol y mis lágrimas se secarán. Sólo intento recordar todos los momentos posibles que pasé con el hombre más bonito, al que más echo de menos cuando estoy mal y cuando está toda la familia reunida. ¿Por qué mi maldita memoria de pez no puede recordar nada? Ahora mismo me odio. ¡Maldita sea, no fue hace tanto! Quizás diez o doce años atrás. Aunque teniendo en cuenta mi edad puede que eso sea demasiado. Aunque curiosamente si recuerdo algo. Recuerdo el momento de llegar a casa. Sentado en el sillón con una sonrisa. Y siempre, siempre decía lo mismo al verme,-¿Dónde os habéis encontrado a esta morilla, en la calle?- Sonreía y me abrazaba, me daba un par de besos y yo siempre contestaba- No, abuelo, soy yo- Ah! es verdad, no te había reconocido, respondía. También recuerdo esos cerditos de plastilina que hacía, sí. Le ponía palillos en las patas para que se tuviese en pie. Me encantaba su forma de ser, siempre alegre, esa sonrisa que ni a tiros se la quitaban. Creo que en eso si me parezco a él. El era un hombre fuerte, yo intento serlo.