Sólo el viento acaricia su cuerpo. Cuerpo casi desnudo, bañado en lágrimas. Lágrimas que no dicen otra cosa que "sácame de aquí" Aquí no pueden verme mas que como una cría con las ideas medio claras pero muchos rincones oscuros, donde ni ella se atreve a entrar. Quizás no tenga del todo claro lo que quiere, pero sí lo que no está dispuesta a permitir. Entre estos, estaba vivir en una ciudad de mala muerte, (si es que a eso se le podía llamar ciudad) y no tener la oportunidad de sentir escalofríos cada semana de diferentes miocardios, de no tener una parada cardíaca cada vez que la dejaban sin respiración un chico distinto que la noche anterior en un lugar, que ni ella es capaz de retener en su memoria (donde se escaparían detalles del paisaje pero no del momento. Jamás se le olvidarían los centímetros entre costilla y costilla, ni el tipo de botón o el tono que tenían sus vaqueros). Esto ya ha pasado a doler demasiado. Ya no es que muera lentamente porque pierda litros y litros de sangre, es que esto es lo más parecido a una tortura que no tiene esperanzas de acabar. Se pasa los días sentada en el sillón, con una taza de té los días pares y un vaso de ginebra los impares. Así compensaría los días fríos y calurosos, los días de tristeza y de alegría, los días ebrios y sobrios, los días melancólicos y los rockeros, los días de insomnio y los que no quería despertar (ya fuese pesadilla para poder enfrentarse a monstruos o los raros para siquiera acordarte minutos después o los románticos para ponerse empalagosa y poder alardear de que sobra amor o los de dos rombos, donde el único momento donde sentía un ligero respiro fresco era cuando un hielo se deslizaba a la vez que se derretía desde su cuello, pasando por el pecho, ombligo y de ahí lo poco que quedaba a su boca) Pero mientras pasan los días en este asqueroso lugar, dedica el tiempo a imaginar lo bien que quedarían sus manos quitando la camiseta de aquel chico que apenas cruzó tres palabras aunque sí, más de un día, mirada y sonrisa. ¿Y lo bien que combinaría su carmín rojo en tu cuello, qué? Este chico, R (Erre ,sí, o algo así le llamaba, sino , ¿qué mas da?) Pues por casa solía llevar una camiseta negra y unos pantalones cortos. Y no podía dejar de imaginar toda esa ropa tirada por el suelo, al igual que la suya. Orgasmos que no cesaban, paredes que mantenían el secreto y que a la vez eran uno de los tantos escenarios de entre polvo y polvo de las noches de verano( en las de invierno ya veremos...)
Adelantemos acontecimientos, pero no sueños.