Necesitaba algo que me evadiera de la pesadilla en la que parece que vivo. Pero llegó. Llegó casi sin avisar. ¡Maldita sea! Y encima venía vestido para la ocasión. No sabéis la sonrisa que traía, era tan...tan perfecta que parecía de otro mundo, de película, incluso. A mi se me aceleraba el ritmo cardíaco hasta el punto de tener que irme de la habitación en la que estaba porque se podían oír los latidos. Mi miocardio me estaba delatando. Respiración acelerada. Pulso disparado. Y sangre. Sangre. Bendita sangre. Recorría mis entrañas a velocidades de vértigo. Mi miocardio era un kamikaze. No había quien le hiciera entrar en razón. Y ya ni os cuento las ojeras, esas ojeras que tanto me enamoraban. Le quedaban tan bien que hasta dolía.
Le recordaba diecitantos meses antes en aquel bar. Donde con más miedo que vergüenza, sacándome de mis casillas, le devolví una mirada de odio y fue cuando me sonrió haciéndome saber que era todo una broma. Sin saber porqué, quería volver a cruzarme con esos ojos y con esa sonrisa. Sin darme cuenta , horas después recorría los pasillos nerviosa, un tanto alterada y cuando llegó la noche, no pude pegar ojo. Coches, cláxones, y gritos de un cualquiera. Días después allí estaba, en una noche de luna llena. El gato merodeando a mis pies. El humo, dándome la vida que me estaba quitando. Gentes caminando en todos los sentidos. Risas. Conversaciones que no terminaban tan bien como la chica de aquel vestido verde quería, en su cara se podía leer "Eres un capullo, me voy en menos de cinco días a Bélgica, deja de hablarme de esa mierda y bésame". Carteles luminosos que danzan sobre mi ser. Y poso en la barra uno, dos, tres... no sé, perdí la cuenta de lo que bebí. Y se cruza mi mirada con la suya. Se queda mirándome fijamente unos segundos y sonríe. Mi cabeza diciendo "¡no, maldita sea, no lo hagas!" y mi miocardio tratando de salir de la caja torácica, queriendo arrebatar todas esas costillas. Y mis vertebras queriendo ir a abrazarte y, sin éxito, un escalofrío al unísono recorre mi ser, me deja casi sin vida. Se oyen sirenas, se acercan, se acercan cada vez más. Y me digo," estoy a salvo", mi corazón marcó sin querer en un intento desesperado desbloquearme de tal estado , llamó a emergencias. Pero las ambulancias pasaron de largo. Y allí seguíamos él, y yo, intentando ignorar lo sucedido. Se acercó y, mira tu por donde, me salvó de una desgracia mayor, de mi.
Me agarró por la cintura, me susurró algo que ni siquiera recuerdo y me invitó a un tequila, como un señor.
Y ahora, aquí estoy yo, aún recordando vagamente su olor y esperando a que esos labios suelten una calada mientras me sonríe (parece estar mostrándome su alma cada vez que clava sus ojos en los mios y sonríe a centímetros de mi) y me invita después de esta cerveza, a un tequila.