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jueves, 29 de agosto de 2013

Dos rombos.

Sólo el viento acaricia su cuerpo. Cuerpo casi desnudo, bañado en lágrimas. Lágrimas que no dicen otra cosa que "sácame de aquí" Aquí no pueden verme mas que como una cría con las ideas medio claras pero muchos rincones oscuros, donde ni ella se atreve a entrar. Quizás no tenga del todo claro lo que quiere, pero sí lo que no está dispuesta a permitir. Entre estos, estaba vivir en una ciudad de mala muerte, (si es que a eso se le podía llamar ciudad) y no tener la oportunidad de sentir escalofríos cada semana de diferentes miocardios, de no tener una parada cardíaca cada vez que la dejaban sin respiración un chico distinto que la noche anterior en un lugar, que ni ella es capaz de retener en su memoria (donde se escaparían detalles del paisaje pero no del momento. Jamás se le olvidarían los centímetros entre costilla y costilla, ni el tipo de botón o el tono que tenían sus vaqueros). Esto ya ha pasado a doler demasiado. Ya no es que muera lentamente porque pierda litros y litros de sangre, es que esto es lo más parecido a una tortura que no tiene esperanzas de acabar. Se pasa los días sentada en el sillón, con una taza de té los días pares y un vaso de ginebra los impares. Así compensaría los días fríos y calurosos, los días de tristeza y de alegría, los días ebrios y sobrios, los días melancólicos y los rockeros, los días de insomnio y los que no quería despertar (ya fuese pesadilla para poder enfrentarse a monstruos o los raros para siquiera acordarte minutos después o los románticos para ponerse empalagosa y poder alardear de que sobra amor o los de dos rombos, donde el único momento donde sentía un ligero respiro fresco era cuando un hielo se deslizaba a la vez que se derretía desde su cuello, pasando por el pecho, ombligo y de ahí lo poco que quedaba a su boca) Pero mientras pasan los días en este asqueroso lugar, dedica el tiempo a imaginar lo bien que quedarían sus manos quitando la camiseta de aquel chico que apenas cruzó tres palabras aunque sí, más de un día, mirada y sonrisa. ¿Y lo bien que combinaría su carmín rojo en tu cuello, qué? Este chico, R (Erre ,sí, o algo así le llamaba, sino , ¿qué mas da?) Pues por casa solía llevar una camiseta negra y unos pantalones cortos. Y no podía dejar de imaginar toda esa ropa tirada por el suelo, al igual que la suya. Orgasmos que no cesaban, paredes que mantenían el secreto y que a la vez eran uno de los tantos escenarios de entre polvo y polvo de las noches de verano( en las de invierno ya veremos...) 

Adelantemos acontecimientos, pero no sueños.

viernes, 2 de agosto de 2013

Toxic

Creí haberte olvidado cuando, sin quererlo sentí tus manos colándose disimuladamente debajo de mi camiseta. Llevo meses que me siento, no sé... No sabría explicarlo. Pero sólo puedo decir que cuando me miro al espejo, mis ojos parecen perdidos, como si se hubieran desprendido de mi alma. Mi cuerpo busca el calor de otros. El morbo de lo nuevo. Y de lo desconocido. Tu te convertiste de un desconocido a mi querido y jodido desconocido, el culpable de todo. Por tu culpa mi vida parece un funeral. Me visto para la ocasión, me maquillo con sombra negra y labios rojos, lo justo para llamar la atención pero no tener más protagonismo que el difunto. Aunque... He de admitir que en más de una ocasión yo iba a la cabeza del tumulto de cuerpos que derramaban todo su ser y parecía que hasta parte de su vida. Morí en alguna que en otra ocasión, pero desde entonces no me quito el hábito, por si acaso, ya sabes. 

El día que te encuentre, no tendrás escapatoria. Serás mio aunque tenga que ir al infierno por ello. Prometo no comerte la cabeza, como la primera y última vez que nos vimos... Cruzaremos tres o cinco palabras como máximo en toda la noche. Pero no te despidas con un te quiero o prometo atravesar tu corazón con mis uñas. Te dejaré la señal de por vida, por si más adelante te vas con otra, que me recuerdes y ella sepa que un día fuiste mio.