No sé como terminé allí. Sin quererlo llegó el día tan esperado desde hacía meses. Un caos de emociones. No sé que nos pasaba. Fue como un bajón común, como cuerpos sin vida , sin alma. Sonó en mi cabeza un " I have a hole in my soul. I can feel it. Can you feel it? " Y maldije todos los malos recuerdos y a todas las promesas que nunca se cumplieron. Era un apartamento vacío. Lleno de polvo, lúgubre de primeras. Cómo vampiros sacados de una película de los años ochenta, pasamos horas y horas en aquella habitación. En blanco y negro, ya podían ponerse leones a bailar tango o presenciar un asesinato que allí nadie se movía, penas articulaban palabra. Hipnotizados. El humo corrompía nuestras almas. Tumbados el uno encima del otro. Podían sentir sus cuerpos. Sonó un teléfono y una voz con más miedo que vergüenza, pidió ayuda. El caos se desató. No gustó por parte de unos y a otros les fue indiferente. Quiso llamar mi atención y que reaccionase. A la segunda vez, acudí. Una habitación cerca del centro de control. Oscuridad. Nos invadió a compás de un portazo. Las estrellas vinieron a visitarnos. Nos echamos unas risas con ellas, siempre nos venía bien desconectar. Darle al pause en esta búsqueda del camino ,llamémoslo felicidad concentrada. Todo quedó en silencio, se acercó a mi y me dijo, -Tenemos una hora más de vida.- Sinceramente, no fui capaz de encontrarle beneficio a aquello, llámame estúpida. Tuvimos un pequeño dilema sobre las horas de más que creemos vivir a lo largo de toda una vida siendo ingenuos. Aunque duró poco, preferimos callar y disfrutar de aquella tranquilidad y silencio.