Por primera vez en dieciocho años, no quiero cumplirlos. No si no es con la familia. Les quiero a todos a mi alrededor celebrando un año más el cumpleaños de la pequeña de la familia, y no sabéis lo que daría por teneros conmigo este año y al pilar más importante, al abuelo, haciéndome cosquillas en la espalda antes de soplar las velas. Con el mantel de cuadros que no llega sin un manchurrón hasta la tarta( y está comprobado). Ese olor a vela quemada que tanto me gusta. Cerrar los ojos con fuerza y pedir un deseo. Deseo que no solemos recordar años más tarde (o al menos yo y mi querida memoria de pez). Pero este año no se va a cumplir mi deseo. Que es volver años atrás aunque fuese sólo unas horas, volver a casa de la calle Perú, a las comidas familiares. Aquel olor peculiar, a la camarilla, a esos momentos increíbles que querría vivir una y otra vez.
Llevo algunos años celebrando el cumpleaños (si es que se le puede llamar así) como hoy, pero este año es diferente (y no me preguntéis porqué). Supongo que será que con los años voy tomando conciencia de lo importantes que sois todos y cada uno de vosotros ( aunque siempre haya sido la pequeña y no hubiese la misma relación, pero la pequeña también crece).
Estáis en Londres, Nápoles, Granada, Madrid y Almería, y yo en El Ejido... Pero bueno, sólo espero que nos veamos pronto y poder celebrarlo. Os quiero.
(Falta el papis, que siendo el fotógrafo de la familia, como es lógico, estaba haciendo la foto)
Bienvenidos al baile de máscaras, al desfile de los cuerpos sin alma, la mirada salvaje y la tentación.

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martes, 29 de octubre de 2013
martes, 22 de octubre de 2013
Everything.
Necesito volver a sentir lo que aquellos días. El frío en pleno mayo. La lluvia repentina. El placer al beber una jarra de cerveza bien fría. Ese olor tan peculiar. Cruzar vías de tren abandonadas. Ese río que parecía estar dispuesto a llevarte a donde quisieras. Un bloque de pisos amarillo. Moqueta y zapatos mojados en la entrada. Los cristales empañados. Respiración acelerada. Llantos de madrugada por ese amor, por el primer amor que ha decidido marcharse sin avisar. Un baile a medias. Abrazos como nunca antes. Besos robados. Gentes que quieren conocerte, aún sin conocer tu idioma. Pero siempre se dijo que en el amor no se necesitaba demasiado. Cantos, voces cantando a pleno pulmón. Y otras bajito, intentando llenarse con cada nota. Chocolates en la mesita de noche. Fresas como aperitivo. Soñar en otro idioma. Volar sin alas. Recorrerte la médula espinal un sentimiento inexplicable, saber que jamás se repetirá. Ojos que me buscaban. Sonrisa que me llamaba. Dedos que recorrían mi espalda y glúteos. Sonrisa entre beso y beso. Mis dientes mordían sus perfectos labios, era irresistible. Sentirte única y especial aún estando rodeada de gente. En el epicentro. Sentir los latidos de un desconocido que quieres que sea siempre tuyo, quieres conocer cada latido y rincón de su ser mejor que a ti misma. Y parece que no han pasado más de unos minutos de todo eso, el tiempo no quiere pasar por mi, por mis sentimientos. Pero la realidad es otra. Mi reloj se paró aquel mayo y yo con él. Y no quiero seguir aquí, ajena a esos días y a esas sensaciones que sigen en mi. Desean salir. Deseo dejarlas salir.
Hace tanto que no me miran ni me sonríen como en aquel lugar. Hace demasiado que el frío parece otro, no tiene el mismo aspecto que antes. ¿Le dejarían plantado en la primera cita? ¿O simplemente añora que le agarren por la cintura y le rocen unos labios?
Como estar sangrando (y toda esa sangre pudiese acabar con la pobreza mundial) y no tener un anticoagulante.
Sangre desperdiciada. Momentos desperdiciados. Vida muerta.
Hace tanto que no me miran ni me sonríen como en aquel lugar. Hace demasiado que el frío parece otro, no tiene el mismo aspecto que antes. ¿Le dejarían plantado en la primera cita? ¿O simplemente añora que le agarren por la cintura y le rocen unos labios?
Como estar sangrando (y toda esa sangre pudiese acabar con la pobreza mundial) y no tener un anticoagulante.
Sangre desperdiciada. Momentos desperdiciados. Vida muerta.
domingo, 13 de octubre de 2013
"More tequila. More love. More anything. More is better"
Necesitaba algo que me evadiera de la pesadilla en la que parece que vivo. Pero llegó. Llegó casi sin avisar. ¡Maldita sea! Y encima venía vestido para la ocasión. No sabéis la sonrisa que traía, era tan...tan perfecta que parecía de otro mundo, de película, incluso. A mi se me aceleraba el ritmo cardíaco hasta el punto de tener que irme de la habitación en la que estaba porque se podían oír los latidos. Mi miocardio me estaba delatando. Respiración acelerada. Pulso disparado. Y sangre. Sangre. Bendita sangre. Recorría mis entrañas a velocidades de vértigo. Mi miocardio era un kamikaze. No había quien le hiciera entrar en razón. Y ya ni os cuento las ojeras, esas ojeras que tanto me enamoraban. Le quedaban tan bien que hasta dolía.
Le recordaba diecitantos meses antes en aquel bar. Donde con más miedo que vergüenza, sacándome de mis casillas, le devolví una mirada de odio y fue cuando me sonrió haciéndome saber que era todo una broma. Sin saber porqué, quería volver a cruzarme con esos ojos y con esa sonrisa. Sin darme cuenta , horas después recorría los pasillos nerviosa, un tanto alterada y cuando llegó la noche, no pude pegar ojo. Coches, cláxones, y gritos de un cualquiera. Días después allí estaba, en una noche de luna llena. El gato merodeando a mis pies. El humo, dándome la vida que me estaba quitando. Gentes caminando en todos los sentidos. Risas. Conversaciones que no terminaban tan bien como la chica de aquel vestido verde quería, en su cara se podía leer "Eres un capullo, me voy en menos de cinco días a Bélgica, deja de hablarme de esa mierda y bésame". Carteles luminosos que danzan sobre mi ser. Y poso en la barra uno, dos, tres... no sé, perdí la cuenta de lo que bebí. Y se cruza mi mirada con la suya. Se queda mirándome fijamente unos segundos y sonríe. Mi cabeza diciendo "¡no, maldita sea, no lo hagas!" y mi miocardio tratando de salir de la caja torácica, queriendo arrebatar todas esas costillas. Y mis vertebras queriendo ir a abrazarte y, sin éxito, un escalofrío al unísono recorre mi ser, me deja casi sin vida. Se oyen sirenas, se acercan, se acercan cada vez más. Y me digo," estoy a salvo", mi corazón marcó sin querer en un intento desesperado desbloquearme de tal estado , llamó a emergencias. Pero las ambulancias pasaron de largo. Y allí seguíamos él, y yo, intentando ignorar lo sucedido. Se acercó y, mira tu por donde, me salvó de una desgracia mayor, de mi.
Me agarró por la cintura, me susurró algo que ni siquiera recuerdo y me invitó a un tequila, como un señor.
Y ahora, aquí estoy yo, aún recordando vagamente su olor y esperando a que esos labios suelten una calada mientras me sonríe (parece estar mostrándome su alma cada vez que clava sus ojos en los mios y sonríe a centímetros de mi) y me invita después de esta cerveza, a un tequila.
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