Necesito volver a sentir lo que aquellos días. El frío en pleno mayo. La lluvia repentina. El placer al beber una jarra de cerveza bien fría. Ese olor tan peculiar. Cruzar vías de tren abandonadas. Ese río que parecía estar dispuesto a llevarte a donde quisieras. Un bloque de pisos amarillo. Moqueta y zapatos mojados en la entrada. Los cristales empañados. Respiración acelerada. Llantos de madrugada por ese amor, por el primer amor que ha decidido marcharse sin avisar. Un baile a medias. Abrazos como nunca antes. Besos robados. Gentes que quieren conocerte, aún sin conocer tu idioma. Pero siempre se dijo que en el amor no se necesitaba demasiado. Cantos, voces cantando a pleno pulmón. Y otras bajito, intentando llenarse con cada nota. Chocolates en la mesita de noche. Fresas como aperitivo. Soñar en otro idioma. Volar sin alas. Recorrerte la médula espinal un sentimiento inexplicable, saber que jamás se repetirá. Ojos que me buscaban. Sonrisa que me llamaba. Dedos que recorrían mi espalda y glúteos. Sonrisa entre beso y beso. Mis dientes mordían sus perfectos labios, era irresistible. Sentirte única y especial aún estando rodeada de gente. En el epicentro. Sentir los latidos de un desconocido que quieres que sea siempre tuyo, quieres conocer cada latido y rincón de su ser mejor que a ti misma. Y parece que no han pasado más de unos minutos de todo eso, el tiempo no quiere pasar por mi, por mis sentimientos. Pero la realidad es otra. Mi reloj se paró aquel mayo y yo con él. Y no quiero seguir aquí, ajena a esos días y a esas sensaciones que sigen en mi. Desean salir. Deseo dejarlas salir.
Hace tanto que no me miran ni me sonríen como en aquel lugar. Hace demasiado que el frío parece otro, no tiene el mismo aspecto que antes. ¿Le dejarían plantado en la primera cita? ¿O simplemente añora que le agarren por la cintura y le rocen unos labios?
Como estar sangrando (y toda esa sangre pudiese acabar con la pobreza mundial) y no tener un anticoagulante.
Sangre desperdiciada. Momentos desperdiciados. Vida muerta.