En aquel bar de mala muerte se encontraba ese señora de mirada perdida y de sonrisa olvidada .Trata pasar desapercibida entre la multitud. Intentando callar a ese corazón que trataba de revelarse cada noche tras ingerir el segundo vaso de vodka . Sentada en una esquina, en un taburete que está cojo, observa a su alrededor. Le gusta perderse en vidas ajenas. Cuando llega a casa abre el armario y enciende el fuego, ya es hora de tomar una taza de café. Se dice que nunca viene mal tomar algo amargo por tu propia cuenta y ser tu quien al gusto añada la intensidad o la dulzura de aquel querido amigo de resacas. A continuación, abre su cuaderno que en cuya tapa pone Little bird. Y se dispone a escribir sobre aquel señor al que dejaron plantado en aquel bar de mala muerte ,sobre esa señora que ahogaba sus penas en el tequila. O sobre aquel camarero italiano , que su acento y su forma de temblarle la voz lo delataban. Se notaba que quería ver en la pantalla de su móvil Llamando Isabella coger esa llamada antes de que suene tres segundos la melodía y que le diga que no sabe vivir si no es a su lado. O quizás sin saberlo escriba sobre mi. Sobre mis ganas de comprar un billete de avión que sea únicamente de ida y de comerme el mundo con cualquiera que le gusten los gatos y mi sonrisa. De que tengo aún un trocito de plástico plegado hasta no poder más , que lleva consigo un deseo a elegir. Pero soy tan cobarde e indecisa que no sabría que deseo pedir, a si que lo guardo mientras lo pienso en mi mesita de noche, junto a mis derrotas, amores y noches que volé bajo una luna que me hablaba sobre la vida y sus secretos.
Quizás salga a la calle,quizás escriba sobre vidas que no son la mía y logre olvidarse de su jodido corazón.
Quizás, sólo quizás.