Cada día echa un vistazo a ese mundo maravilloso al que perteneció.
Adoraba el humo que nunca fumó, llenaba sus pulmones de suspiros llenos de cientos de sensaciones. Volverá. Y como siempre sus labios dejarán huella.
El frío helado se va, recorrió cada lugar de sus cuerpos y luego salió corriendo, como un cobarde. Ellos no la pueden ver, y quizás tampoco sentir, pero ella está allí en cada rincón de aquel bar , de aquellas calles y en cada milímetro de sus cuerpos. Recordándoles qué es vivir, es justamente lo que ella no estaba haciendo en aquel maldito lugar al que está amarrada.
La impotencia y la rabia que siente es tal que chirría en sus oídos y rasga su retina.