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martes, 15 de noviembre de 2011

Sie trinkt allein.

Bebe sola, esto ya no es lo que era. Murió el encanto de esta pequeña cuidad. La acompaña como cada noche la luna, la inseparable de buenos y malos ratos y el silencio que siempre odió. Recuerdos vienen a su mente, ojos verdes, azules, lluvia, frío al caer la noche, rubia la cerveza, sonrisas, miles de sonrisas y cada una de un color y textura. Ahora sus labios están empapados de esa rubia inseparable, su cerveza que jamás abandonará.
Cada día echa un vistazo a ese mundo maravilloso al que perteneció.
Adoraba el humo que nunca fumó,  llenaba sus pulmones de suspiros llenos de cientos de sensaciones. Volverá. Y como siempre sus labios dejarán huella. 
El frío helado se va, recorrió cada lugar de sus cuerpos y luego salió corriendo, como un cobarde.  Ellos no la pueden ver, y quizás tampoco sentir, pero ella está allí en cada rincón de aquel bar , de aquellas calles y en cada milímetro de sus cuerpos. Recordándoles qué es vivir, es justamente lo que ella no estaba haciendo en aquel maldito lugar al que está amarrada.
La impotencia y la rabia que siente es tal que chirría en sus oídos y rasga su retina.