Bienvenidos al baile de máscaras, al desfile de los cuerpos sin alma, la mirada salvaje y la tentación.

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jueves, 9 de febrero de 2012
Cómo si de encontrar la felicidad se tratase.
Desde aquella casa podía ver una mujer mirando fijamente como centrifuga la lavadora, al mismo tiempo que su corazón va girando como una ruleta buscando en su interior aquellos días felices llenos de color y vestidos de volantes. Un hombre le da al play en su viejo reproductor de música, suena una canción que hacía años que no escuchaba, inconscientemente se enciende un cigarro y se sienta en el sillón a recordar todos los momentos en que le dijo que la amaba. Se consume su vida al ritmo que su cigarrillo. El humo entra en sus pulmones y a golpe de batería da el aviso de alarma. En la esquina que hay dos calles más abajo, se encuentra un hombre que ha decidido declarar la guerra a la jodida realidad. Al igual que le arrebataron su casa y con ella su familia, él decide que es hora de que se acabe todo este sufrimiento, alza su litro y le dice de ir a por todas, ellos contra el mundo. Y allí estaba ella, la chica que soñaba con volar, con amaneceres tras los cristales empañados de una habitación desconocida , con conocer tantos lugares como días tiene el año y poder retratarlos todos y cada uno de ellos con sus manos. Quería vestirse de colores, pintarse los labios rojos todos los días y sonreír a través de ellos. Corrió por infinidad de calles, voló alguna que otra noche. Era una mezcla entre gato y niña. Sacaba sus uñas, y arañaba cuando le apretaban el corazón, y sonreía cuando le acariciaban el cuello y le decían cosas bonitas al oído. Había creado historias de mujeres que pasaban su vida contemplando frente a la ventana como pasaba su vida, como si de fotogramas se tratase. Y a otras que con un simple acariciar de teclas blancas y negras de un piano les hacía recordar que estaban vivas, hombres con sombreros y largas gabardinas oscuras que cuyo objetivo era parar el tiempo. Finalmente logró volar, voló. Voló muy alto y como nunca lo imaginó. Se perdió por calles desconocidas en busca de la felicidad. Saltando de azotea en azotea . En las horas de silencio metida en la cama y en los intermedios de clase de cada día, repasa lentamente las veces que rió, soñó y fue capaz de alcanzar e incluso traspasar la barrera del tiempo. Esos momentos de jodida felicidad. Aunque algunos días haya derramado sus lágrimas, la mayoría ha reído de tal modo que se ha enterado todo el vecindario. Siempre quiso anunciarle al mundo entero a gritos que para ser feliz había que soñar y para que esos sueños se cumpliesen tendrías que creer ciegamente en ellos. Aunque en realidad, su corazón era de un tono grisáceo como la vestimenta de aquellos señores de deseaban con todas sus fuerzas parar el tiempo para poder recuperar tantos momentos olvidados se tratase. Y lo más importante y lo que más necesitaba era coger ya ese maldito avión. Quería conocer el secreto de los viajes en el tiempo y para así pasarlo de generación en generación, como las cosquillas en su familia, son una especie de herencia. Quería conquistar con él millones de calles, bares y declarar la guerra cada noche tras llegar a casa. Estaba dispuesta a decirle cada mañana, "amor, hoy toca ser feliz, a si que antes de salir por esa puerta ponte tu mejor sonrisa y vamos a disfrutar, aquí la clave es dejarse llevar"...No quería malos recuerdos. Así que propuso lo siguiente: Si vas ha hacerlo, necesito que me prometas que no te vas a arrepentir nunca, me quedaré contigo siempre.Somos un par de locos que odian los relojes, los hipócritas y son adictos al café y a la felicidad. A conquistar este mundo desde las azoteas de cualquier lugar desoconocido cuando nada importa más que sus sueños y la buena compañía de los gatos y las cervezas frías en una gélida noche de invierno.